sábado, 2 de junio de 2007

Desmontando a Harry

Ver Desmontando a Harry, de Woody Allen, supuso un viaje a través de mí misma, de temores reencontrados en el camino y dudas e inseguridades que asaltan sin cesar. Supuso desmontarme a mí misma.
A Harry, muchos, le acusan de loco. Imagino que habrían hecho lo mismo conmigo si hubieran escuchado mis explicaciones en cuanto a mis visiones en las que personas normales y de carne y hueso se transforman ante mis atónitos ojos en personajes de relatos o de novelas, y en mi cabeza se sucede una serie de imágenes pertenecientes a la vida de ese nuevo ser al que yo inconscientemente le he dado vida. O se extrañarían tal vez si les dijera que yo me siento solo como una retransmisora, que yo no creo a mis personajes, que ellos vienen a mí, con nombre y vida propios, y me hablan, me cuentan lo que quieren que el mundo sepa por las palabras que yo redacte gracias a sus discursos. Seguramente huirían aterrados si les confesara que tras ver esa película, estuve conversando conmigo misma durante casi media hora en voz alta como si estuviera liberándome de mis frustraciones y de mis demonios personales con otra persona, ya que no me hablaba a mí, le hablaba a alguien.
Harry es un fabuloso escritor. Y este es el único aspecto de su vida brillante. Sus obras están inspiradas en hechos reales de determinadas etapas de su vida y los personajes son personas de carne y hueso, modificadas por su punto de vista. Si a un grupo de conocidos, nos dijeran que describiéramos a la misma persona, un amigo o enemigo en común, seguro que muchas redacciones darían la impresión de estar hablando de personas completamente distintas. Todo depende del enfoque que le demos y la interpretación que nuestra mirada inexperta le atribuya a las imágenes. Sus personajes, o bien son él bajo la apariencia de otros o bien son el reflejo que su mente ha otorgado a personas que han pasado por su vida; por lo cual, todos tienen algo de él. Creo que eso nos pasa a la mayoría de los que nos dedicamos a escribir. Al menos, a mí también me pasa. Es inevitable, sobre todo porque muchas veces no somos conscientes de ello.
La vida de Harry, por regla general, destaca por el desastre caótico que supone, empezando por sus relaciones, pasando por la relación consigo mismo y acabando por su dependencia a las pastillas, a los psicólogos y la tendencia a aguantar más fácilmente con alcohol en el cuerpo. Es una típica descripción de un escritor, el escritor maldito: insuperable en su obra y un infeliz en su vida.
Siempre que he intentado imaginar un final para mí, como si yo fuera un personaje más, acababa de forma semejante. He notado indicios de esa locura progresiva y a estas alturas, negarme mi inestabilidad sería como mirarme al espejo e insultar a la estúpida que se ha colado por medio y que se burla de mí imitándome hasta en el más mínimo gesto y que me impide verme reflejada. Cómo decirlo… no me siento una persona normal. Ni creo que sea diferente ni especial, simplemente me siento extraña. Creo que vivo demasiado lejos de aquí, que no vivo en el mundo real. En cualquier momento puedo abrir los ojos y ser consciente de lo que sucede a mi alrededor en el plano terrenal, pero me gusta mantenerlos cerrados o entrecerrados y darle un significado distinto a lo que veo, como si tuviera delante de mí los futuros protagonistas de mis escritos.
Uno de mis problemas es que siento que en una novela encajaría a la perfección, en cambio siento que en el mundo real sobro. Pero no puedo pretender encajar en la realidad cuando no la acepto y prefiero la fantasía y la alternativa de un mundo en el que las cosas sí pueden cambiarse. No puedo pretender encajar en la realidad cuando no me acepto a mí misma. Si no me acepto a mí misma, no puedo pretender aceptar lo que me rodea que me es desconocido y demasiado diferente y lejano.
No es que no comprenda por qué no me acepto, pero admito que solo son suposiciones y que todo me viene de muy lejos y que intuyo el origen. Y me aventuro a situarlo en mi infancia y el gran rechazo que sentí, que a su vez produjo un terror a la gente y a su reacción con lo cual nació una inseguridad que aunque trate de disimular, me domina por completo. Soy inestabilidad pura. Me sereno y hago las paces conmigo misma cuando escribo, cuando fantaseo. Cuando puedo modificarme hasta a mí misma o puedo vomitar el veneno que me correo por dentro en lagunas de tinta. Sufro altibajos emocionales incontrolables de los cuales la mayoría desconozco el motivo. Soy capaz de mantenerme tranquila y afrontar una situación dura con frialdad sin dejarme llevar por mis emociones y en cambio soy propensa a derrumbarme por cualquier tontería. Y esa manía a pensar que soy la culpable de todo lo que sucede y que me merezco cualquier cosa que pase, y sentir que prefiero llorar a escondidas antes que saber que otra persona a la que quiero lo está haciendo. O a sentir que lo bueno que me pasa, es simplemente un golpe de suerte, que no me lo merezco y que en cualquier momento, si la suerte cambia, puedo perderlo porque en realidad no me pertenecía. Solo consigo el equilibrio y me convenzo de lo contrario si escribo. Soy dependiente. Mi vida, salvo la escritura como en el caso de Harry, es un vaivén imparable de caos. O lo sería, sin él. Solo consigo ser estable si sé que le tengo. Cuando le perdí una vez, volví a convertirme en lo que fui antes de que apareciera por sorpresa en mi vida, volví al caos, a la inestabilidad y a la dejadez absoluta. Sinceramente, no es que me importe especialmente lo que me suceda. Solo le doy importancia ahora porque sé que a él sí le importa. Sin él, tal vez pasaría las tardes por ahí, con mi sonrisa estudiada y falsa, mi mirada inexpresiva y tan vacía como yo, disfrutando con las actuaciones, con la autodestrucción y maldiciendo por dentro al mismo tiempo por la insatisfacción de mi existencia y por todo lo que me rodea y por mi infelicidad.
En muchas ocasiones, me siento presa de una locura esquizofrénica. El otro día, cuando reflexioné sobre esto, me sentía demente. Me escuchaba a mí hablarle al aire e imágenes inesperadas de alguien desconocido que puede que vuelva a hacerme una visita ya con identidad propia rogándome un rol en un relato aparecían en mi mente. Y unas sensaciones inexplicables chocaban en mi interior como las olas furiosas lo hacen contra las rocas. En fin, no ha sido solo una persona la que me aconsejó un psicólogo. Pero es curioso, los que lo hicieron o lo piensan o pensaron y lo callaron, desconocen mi interior por completo. Me pregunto qué pensarían si leyeran esto. Puede que me llevaran arrastras a la consulta de uno. Pero me negué entonces y me seguiré negando, prefiero evitarlos. No quiero que me analicen. Me gusta analizar a la gente, observarla, sacar mis propias conclusiones o convertirla en las personas que yo quiero que sean o que mi imaginación crea. Pero odio que lo hagan conmigo. Además, no me convencerán nunca de que una persona que no experimenta una conexión con el arte puede comprender el proceso de creación y todo lo que ello supone. Para mí, los artistas, tienen una sensibilidad diferente. Ya lo dijo Oscar Wilde en su día de otra manera y yo alabo su teoría. Son capaces de captar determinadas cosas que el resto de la gente no puede y gracias a ellos, el mundo puede disfrutar de ellas ya que antes ignoraban su existencia porque nadie les había mostrado sus matices. No me considero una artista. Pero nadie puede negarme que yo siento la literatura y quizás mucho más de lo que lo hacen escritores de renombre que no se merecen ser publicados. Y siento que mi sensibilidad, mi percepción difiere de la de la gente que no está en conexión con el arte. Yo nunca miraré nada a través de unos ojos comunes, miraré siempre con ojos de escritora fantasiosa. Y eso, puede gustarle al mundo o no, pueden comprenderlo o tacharme del primer adjetivo en tono despectivo que se les venga a la cabeza. Pero no podrán cambiarlo, no podrán cambiarme en ese aspecto jamás.

4 comentarios:

Laura Luna dijo...

Hola, Jill :)
Muchas gracias por tu comentario. Me halaga mucho :)

Acabo de echarle un vistazo a tu blog, y me gusta cómo expresas tu subjetividad sin ninguna pretensión, tan sólo la de liberizarte :D Y eso es muy loable^^

La escritura es una manera excelente de liberar la propia subjetividad de todo lo que la aprieta ;)

Espero que nos sigamos leyendo :)

Un beso,
Mun Light Doll

Anónimo dijo...

Desmontando a harry es una de las mejores peliculas de W. Allen. Me encanta. Tu tambien.

Anónimo dijo...

Desmontando a harry es una de las mejores peliculas de W. Allen. Me encanta. Tu tambien.

Anónimo dijo...

ups!!!!! lo siento por dejarte el mensaje doble!!! el explorador no se me actualizo y pense que no lo escribí!!!!