sábado, 7 de julio de 2007
Scarlett Johansson Gorda
Buscando por el google páginas sobre Scarlett Johansson, encontré un blog dedicado a ella que en una de las entradas, mostraba un artículo escrito por Carmen Posadas. En los primeros párrafos, en resumen, comenta que Scarlett está gorda, que tiene unas caderas anchas anticuadas, que solo le encuentran atractivo los hombres porque en realidad ellos las prefieren gordas y que quizás, lo único que tiene son unos labios gruesos (que también le disgustan) y cara de niña buena.
Me parece insultante que se escriban artículos de esta temática con la cantidad de enfermos por trastornos alimenticios que existen y cuyo número no para de crecer.
Por otra parte, me parece que esa señora debería o bien ver más fotos de Scarlett, o ver más películas suyas. Si sigue manteniendo que está gorda, creo que debería correr urgentemente a una óptica porque su vista está seriamente dañada. Uno de los aspectos que más me gustan del físico de Scarlett es que no evoca a la anorexia, a la delgadez extrema; es sensual, atractiva, bella y no es un saco de huesos andante. Ahora, en el caso hipotético de que estuviera gorda, ¿qué hay de malo en que los hombres la encontraran sensual y atractiva? ¿No sería eso un paso hacia delante con esa obsesión por los cuerpos perfectos que existe hoy en día?
Ahora, no quiero imaginarme la cantidad de chicas o mujeres que puedan tropezarse con ese artículo. Chicas que pueden estar ya acomplejadas por su físico antes de leerlo y, tras hacerlo, habiéndose comparado con Scarlett y dándose cuenta de que seguro que su báscula marca más que la de la actriz. Es un ánimo perfecto para superar sus complejos y aceptarse. Si Scarlett está gorda, ¿ellas que son?
Señora Posadas, hay muchísimas chicas que se operan para obtener un cuerpo como el de Scarlett Johansson. Hay muchísimas chicas que están más “gordas” que ella, y tienen un cuerpo estupendo y lo que menos necesitan es que se las llame gordas y que lean que es extraño que puedan atraer a los hombres. Voy a hacer una breve descripción física mía: caderas anchas (más que las de Scarlett), labios gruesos y no tengo ni un vientre plano ni unas piernas delgadas y bonitas. Así que, si Scarlett está gorda, yo estoy gordísima según su criterio. Que no es comprensible que mi novio esté conmigo y que le guste mi físico, a no ser que a él le gusten las gordas, claro. También le gusta Scarlett. Su teoría así se confirma, ¿no? Siento decepcionarla, también le gusta Avril Lavigne, una chica que está bastante lejos del adjetivo gorda (aunque Scarlett está a kilómetros también).
Por supuesto, tiene mucho sentido centrarnos en Scarlett solo para hablar de su gordura sin tener en cuenta que ella es actriz y que realiza su trabajo de forma estupenda. Pero eso no interesa. Interesa más asegurar que está gorda y criticar su físico y la atracción de los hombres por ella. No estoy a favor de la censura, pero no puedo apoyar la publicación de este tipo de artículos porque se falta al respeto y se puede dañar a muchos lectores. Pero eso no importa, es mejor hacer propaganda en contra de una mujer que triunfa y no solo por su físico, hacer un análisis de los gustos de los hombres y apoyar a las chicas delgadas. Claro que sí. Además, en todo tu derecho de hacerlo con ese físico tan esplendoroso que posees, ¿no Carmen? Ah, perdón, ¿molesta el comentario? ¿Que usted es escritora y tengo que juzgar su trabajo? Usted hizo lo mismo con Scarlett…y bueno, no sé como perdería más, si criticara su artículo o su físico. Y al contrario de usted, me parece fenomenal que atraigas a muchos hombres, porque estoy bastante cansada de prototipos de prejuicios en cuanto al físico que deberían de eliminarse ya para no permitir que más gente caiga en los infiernos de la anorexia y la bulimia. En fin, gracias Carmen Posadas por contribuir al fenómeno de la talla 34.
domingo, 1 de julio de 2007
Héroes
¿Qué pensaría un niño si viese a su héroe tirado en la calle, posiblemente ebrio, lamentándose por lo desastrosa que resulta su vida y proclamando que abandonará su clandestina profesión para seguir emborrachándose? O mejor dicho, ¿cómo se sentiría? Su modelo a seguir reducido a la vulgaridad de la debilidad humana, muy lejana a aquel elegante y fascinante heroísmo sobrehumano; destrozado, llorando y balbuceando como un niño que se ha perdido al soltarse de la mano de su madre y ya no la encuentra ni sabe cómo volver a casa. ¿Quién va a afrontar los problemas entonces? ¿En quién se fijará cuando necesite fuerzas para superar aquello que ve imposible por sentirse pequeño en un mundo demasiado grande? ¿Quién le resolverá las dudas y le ayudará si la fortaleza de su héroe se ha reducido a escombros? Se sentiría traicionado, decepcionado. Como si un católico muy religioso pudiera, de alguna forma, encontrarse con una prueba indiscutible de que su Dios no existe, que no es más que una invención de los humanos por el temor a estar solos en el mundo y a ser los dueños de sus propias vidas y de sus actos, deshaciéndose así de responsabilidades. Se sentiría perdido.
Probablemente, si ese niño ya crecido, cuando madurara y consiguiera superarlo, se topara de nuevo con su mito caído nuevamente, ya no sentiría rencor. Sentiría lástima, una lástima casi dolorosa por el fracaso que desprende ese pobre hombre que no ha sabido vivir ni asumir sus derrotas.
¿Y qué sucede cuándo ese héroe es tu padre?
Nunca vi a mi padre como un héroe, pero reconozco que cuando era más pequeña y también más ignorante, le admiraba. Le veía como a alguien demasiado distante, demasiado lejos de mí. Y me parecía un hombre muy inteligente, siempre andaba leyendo, cualquier cosa. Leía hasta las enciclopedias. Digamos que ese aire de desconocido que vivía en mi casa y su apariencia inteligente me ayudaron a crear una especie de mito que despertaba mi admiración por él. Claro, era demasiado pequeña como para ver realmente quien se escondía detrás de esos libros y si cuando hablaba lo que decía era cierto.
Entonces, crecí. Y en ese proceso de cambio, leí, empecé a pensar por mí misma, me informé sobre aquello que llamaba a gritos a mi curiosidad. Poco a poco, me di cuenta de que mi padre podía saber muchas cosas, pero eran simples datos que había memorizado o frases que había escuchado o leído de otros. Y que muchas veces, se equivocaba. No razonaba ni aceptaba opiniones ajenas, y cuando aportaba alguno de sus conocimientos en conversaciones, lo hacía con un deje de superioridad y una mirada expectante para ver la reacción de los ignorantes que le rodeaban. Supongo que lo que había aprendido era lo único de lo que podía presumir.
El tiempo y una serie de diferentes circunstancias me hicieron ver a mi padre derrumbándose ante el más mínimo hecho que alteraba la monotonía. Incluso los que no eran sucesos graves y solo requerían paciencia. La primera vez que vi a mi padre llorando desconsoladamente, me asusté. Las siguientes veces que lo he visto de esa manera, he continuado alarmándome. Ocasiones en las que yo he conseguido mantenerme serena y él ha sido un manojo de nervios e inseguridades. ¿Qué se supone que debía hacer? No podíamos cambiarnos los papeles, yo no podía asumir la condición de padre en mi familia cuando yo soy la pequeña. Nadie la ha asumido, es un puesto vacante. Es extraño cuando sientes que tu padre es mucho más frágil que tú y que puede romperse más fácilmente. Te deja completamente descolocada. Perdida. Como el niño que ve así a su héroe.
Un día, no hará mucho tiempo, yo estaba sentada en la misma silla que ahora, haciendo algo que no recuerdo pero que está relacionado con la pérdida de tiempo frente a esta pantalla. Me giré, sin motivo, y vi a mi padre sentado en el sofá, devorando con avidez un dulce como si no existiera nada más en el mundo, como si toda su vida dependiera de aquel alimento. Algo se rompió en mi interior, vi a mi padre como nunca antes lo había visto. Seguía observándole, como hipnotizada o atraída por una fuerza superior a cualquier resistencia que pudiera oponer, y él se levantó y se perdió por el pasillo, cigarrillos y cenicero en mano, andando con dificultad a causa de su dolorido cuerpo que sufría por su trabajo.
Fue como si en un instante, se desatara un diluvio terrible el origen del cual era una única nube que solo perseguía a mi padre y yo estuviera allí, contemplando el desastre sin poder hacer nada por evitarlo. No vi a mi padre, vi a un hombre fracasado, vencido por completo por la vida en incontables batallas. De pronto, todo lo que conocía acerca de la vida de mi padre, atacó mi cabeza como guerreros armados que dispararon sus flechas por sorpresa y al mismo tiempo: la pobreza de su infancia, un niño que no tenía ni juguetes, y los pocos que tenía, eran destrozados por sus hermanos pequeños recibiendo él el castigo por ello, siendo pegado por un abuelo al que nunca conocí; su interés por los estudios del que tuvo que olvidarse porque sus padres no podían pagárselos; toda su vida encerrado en el mismo cuarto de una fábrica, cobrando un sueldo más que mediocre por un trabajo duro y cansado, por el que sufría dolores, haciendo siempre que podía horas extra para no llegar tan asfixiado a fin de mes aunque nunca podía permitirse ningún capricho; su padre muerto; una relación horrible con sus hermanos, que estuvieron desde siempre fastidiando y a quienes a penas ve; su madre, ya vieja, que no hace nada más que acarrearle problemas y dolores de cabeza quejándose de la actitud de sus otros hijos y pidiendo a mi padre que hablara con ellos, lo cual siempre hacía que fuera mi padre el que saliera mal parado; para un verano que se va de vacaciones con mi madre, el segundo día uno de sus hermanos tiene un accidente de moto que faltó poco para resultar mortal y que amargó su viaje, por el miedo a no volver a verlo si moría y regresando antes de la fecha prevista; teniendo únicamente en este mundo a su mujer y sus dos hijas, una de las cuales, la pequeña, es una completa desconocida para él, que solo sonríe cuando está con otra gente, que se escapó un fin de semana de casa trazando una mentira, que él cree que es completamente infeliz y que no sabe que hacer para devolverle la sonrisa y solo siente que cada día la pierde más y más.
Era, sin duda, un fracasado. No había conseguido nada en su vida, solo problemas, disgustos, más motivos para desear marcharse de este mundo como alguna vez había manifestado entre sollozos. Y nuevamente, yo no supe qué hacer. Me sentía mal, me dolía y no me gustaba ser un motivo más de su fracaso. Si alguien me hubiera contado la historia de un hombre que fuera como la de mi padre, hubiera sentido mucha lástima. Pero era peor que lástima, o que simplemente no era solo eso. Porque no era un desconocido, era mi padre.
Muchas veces, después de aquel día, he vuelto a sentir lo mismo, quizás con menos intensidad y he pensado mucho en ello. Un niño superaría la caída en picado de su héroe, al fin y al cabo no mantenía lazos reales con él y cuando fuera adulto, incluso podría recordar su fanatismo con una sonrisa autocompasiva. Pero yo no puedo olvidar la desgracia de mi padre y lo que más me duele no es tener que vivir siempre ese dolor y esa impotencia, si no que él tenga que vivir con ello consciente de que es su propia vida la que siempre ha sido un mito en una decadencia imparable.
Probablemente, si ese niño ya crecido, cuando madurara y consiguiera superarlo, se topara de nuevo con su mito caído nuevamente, ya no sentiría rencor. Sentiría lástima, una lástima casi dolorosa por el fracaso que desprende ese pobre hombre que no ha sabido vivir ni asumir sus derrotas.
¿Y qué sucede cuándo ese héroe es tu padre?
Nunca vi a mi padre como un héroe, pero reconozco que cuando era más pequeña y también más ignorante, le admiraba. Le veía como a alguien demasiado distante, demasiado lejos de mí. Y me parecía un hombre muy inteligente, siempre andaba leyendo, cualquier cosa. Leía hasta las enciclopedias. Digamos que ese aire de desconocido que vivía en mi casa y su apariencia inteligente me ayudaron a crear una especie de mito que despertaba mi admiración por él. Claro, era demasiado pequeña como para ver realmente quien se escondía detrás de esos libros y si cuando hablaba lo que decía era cierto.
Entonces, crecí. Y en ese proceso de cambio, leí, empecé a pensar por mí misma, me informé sobre aquello que llamaba a gritos a mi curiosidad. Poco a poco, me di cuenta de que mi padre podía saber muchas cosas, pero eran simples datos que había memorizado o frases que había escuchado o leído de otros. Y que muchas veces, se equivocaba. No razonaba ni aceptaba opiniones ajenas, y cuando aportaba alguno de sus conocimientos en conversaciones, lo hacía con un deje de superioridad y una mirada expectante para ver la reacción de los ignorantes que le rodeaban. Supongo que lo que había aprendido era lo único de lo que podía presumir.
El tiempo y una serie de diferentes circunstancias me hicieron ver a mi padre derrumbándose ante el más mínimo hecho que alteraba la monotonía. Incluso los que no eran sucesos graves y solo requerían paciencia. La primera vez que vi a mi padre llorando desconsoladamente, me asusté. Las siguientes veces que lo he visto de esa manera, he continuado alarmándome. Ocasiones en las que yo he conseguido mantenerme serena y él ha sido un manojo de nervios e inseguridades. ¿Qué se supone que debía hacer? No podíamos cambiarnos los papeles, yo no podía asumir la condición de padre en mi familia cuando yo soy la pequeña. Nadie la ha asumido, es un puesto vacante. Es extraño cuando sientes que tu padre es mucho más frágil que tú y que puede romperse más fácilmente. Te deja completamente descolocada. Perdida. Como el niño que ve así a su héroe.
Un día, no hará mucho tiempo, yo estaba sentada en la misma silla que ahora, haciendo algo que no recuerdo pero que está relacionado con la pérdida de tiempo frente a esta pantalla. Me giré, sin motivo, y vi a mi padre sentado en el sofá, devorando con avidez un dulce como si no existiera nada más en el mundo, como si toda su vida dependiera de aquel alimento. Algo se rompió en mi interior, vi a mi padre como nunca antes lo había visto. Seguía observándole, como hipnotizada o atraída por una fuerza superior a cualquier resistencia que pudiera oponer, y él se levantó y se perdió por el pasillo, cigarrillos y cenicero en mano, andando con dificultad a causa de su dolorido cuerpo que sufría por su trabajo.
Fue como si en un instante, se desatara un diluvio terrible el origen del cual era una única nube que solo perseguía a mi padre y yo estuviera allí, contemplando el desastre sin poder hacer nada por evitarlo. No vi a mi padre, vi a un hombre fracasado, vencido por completo por la vida en incontables batallas. De pronto, todo lo que conocía acerca de la vida de mi padre, atacó mi cabeza como guerreros armados que dispararon sus flechas por sorpresa y al mismo tiempo: la pobreza de su infancia, un niño que no tenía ni juguetes, y los pocos que tenía, eran destrozados por sus hermanos pequeños recibiendo él el castigo por ello, siendo pegado por un abuelo al que nunca conocí; su interés por los estudios del que tuvo que olvidarse porque sus padres no podían pagárselos; toda su vida encerrado en el mismo cuarto de una fábrica, cobrando un sueldo más que mediocre por un trabajo duro y cansado, por el que sufría dolores, haciendo siempre que podía horas extra para no llegar tan asfixiado a fin de mes aunque nunca podía permitirse ningún capricho; su padre muerto; una relación horrible con sus hermanos, que estuvieron desde siempre fastidiando y a quienes a penas ve; su madre, ya vieja, que no hace nada más que acarrearle problemas y dolores de cabeza quejándose de la actitud de sus otros hijos y pidiendo a mi padre que hablara con ellos, lo cual siempre hacía que fuera mi padre el que saliera mal parado; para un verano que se va de vacaciones con mi madre, el segundo día uno de sus hermanos tiene un accidente de moto que faltó poco para resultar mortal y que amargó su viaje, por el miedo a no volver a verlo si moría y regresando antes de la fecha prevista; teniendo únicamente en este mundo a su mujer y sus dos hijas, una de las cuales, la pequeña, es una completa desconocida para él, que solo sonríe cuando está con otra gente, que se escapó un fin de semana de casa trazando una mentira, que él cree que es completamente infeliz y que no sabe que hacer para devolverle la sonrisa y solo siente que cada día la pierde más y más.
Era, sin duda, un fracasado. No había conseguido nada en su vida, solo problemas, disgustos, más motivos para desear marcharse de este mundo como alguna vez había manifestado entre sollozos. Y nuevamente, yo no supe qué hacer. Me sentía mal, me dolía y no me gustaba ser un motivo más de su fracaso. Si alguien me hubiera contado la historia de un hombre que fuera como la de mi padre, hubiera sentido mucha lástima. Pero era peor que lástima, o que simplemente no era solo eso. Porque no era un desconocido, era mi padre.
Muchas veces, después de aquel día, he vuelto a sentir lo mismo, quizás con menos intensidad y he pensado mucho en ello. Un niño superaría la caída en picado de su héroe, al fin y al cabo no mantenía lazos reales con él y cuando fuera adulto, incluso podría recordar su fanatismo con una sonrisa autocompasiva. Pero yo no puedo olvidar la desgracia de mi padre y lo que más me duele no es tener que vivir siempre ese dolor y esa impotencia, si no que él tenga que vivir con ello consciente de que es su propia vida la que siempre ha sido un mito en una decadencia imparable.
sábado, 30 de junio de 2007
Hombres y Mujeres
Las guerras no tienen justificación; ninguna. Están basadas en prejuicios o, mayoritariamente, en el acercamiento a ese señor del que todos quieren aprovecharse: ese conocido como dinero. Pero no en todas las guerras se usan armas ni corre la sangre, pero no por ello dejan de ser tan absurdas como innecesarias. La guerra entre los hombres y las mujeres, la guerra universal. Cierto es que, por los prejuicios infundados por esta guerra, si se puede haber derramado sangre en alguna ocasión extrema, pero son consecuencias del conflicto central. Y yo me pregunto, ¿qué sentido tiene mantenerla?
Los dos bandos juegan a lo que todo el mundo que lo hace con los prejuicios: se generaliza con los tópicos. Que si las mujeres son unas putas, que si los hombres unos cerdos… En fin, creo que no es necesario que siga porque todos los conocemos. Y bien, algunas mujeres y algunos hombres cumplirán con el prototipo, pero, ¿y los demás? Los que no lo sean serán rechazados antes de tiempo por esas etiquetas. Es como cualquier otro prejuicio con respecto a la raza, el estilo, los gustos… Deberíamos deshacernos tanto de uno como de otros.
Lo que me resulta gracioso son los que empiezan con sus himnos de “las mujeres son mejores” o “no, los hombres lo son”; y luego no aceptan el racismo. Están actuando de la misma manera. Además, que nadie es mejor que otro por ser de un sexo o de otro; al igual que no lo son ni por la clase social, ni por la raza, por poner unos ejemplos.
Tenemos que juzgar a la gente como personas, independientemente de su sexo en este caso. Olvidemos el envoltorio y centrémonos en la persona, que es lo que somos. Quizás, descubramos personas maravillosas que nos habríamos perdido si hubiéramos seguido esos prejuicios. Y no me sirve la excusa de las malas experiencias en las relaciones. Claro que se van a tener malas experiencias en las relaciones y nos vamos a equivocar, hasta que acertemos. Pasa igual con los amigos, y no veo a ningún chico diciendo que odia a los hombres solo porque sus amigos le hayan fallado; tampoco a ninguna mujer. Eso de agruparnos en dos lados e iniciar una guerra me parece bastante primitivo. Todos hemos pecado alguna vez de hacerlo, pero lo importante es si en realidad lo sientes y lo defiendes o si solo fue la rabia de un determinado momento y prefieres juzgarlos como las personas que son.
Creo que, por los tópicos y por ver a la gente como mujeres y como hombres y no como personas, surge la heterosexualidad o la homosexualidad. Eso y la influencia de la Iglesia, que aunque muchos no seamos creyentes, pertenecemos a una sociedad con muchos de sus valores y es algo que no podemos evitar; ya que, por ejemplo, en la antigua Grecia era bastante común la bisexualidad. Si pudiéramos ver a la gente como personas, nos podría atraer un abanico más amplio de sujetos. No nos fijaríamos en si es hombre o mujer, nos fijaríamos en la persona, nos gustaría la persona, no la mujer ni el hombre. Puede que no todo el mundo sea bisexual, pero desde luego, basándonos en vernos como hombres o mujeres, no podemos descubrirlo. Por suerte, yo me he desprendido de eso, y veo que me atraen los hombres que me gustan y que un hombre me guste físicamente no es motivo para que me atraiga; igual me sucede con las mujeres: con una chica que no me interesara nada como persona, no podría hacerlo como otra cosa, pero una que sí que me gustara como persona, ¿por qué no puede atraerme?
Supongo que intentar pedir paz en esta guerra tiene el mismo resultado que desear la paz mundial. Pero al menos, siempre queda el intento. Apoyo los movimientos feministas que piden la igualdad que en realidad compartimos, no hombres y mujeres, si no las personas.
Los dos bandos juegan a lo que todo el mundo que lo hace con los prejuicios: se generaliza con los tópicos. Que si las mujeres son unas putas, que si los hombres unos cerdos… En fin, creo que no es necesario que siga porque todos los conocemos. Y bien, algunas mujeres y algunos hombres cumplirán con el prototipo, pero, ¿y los demás? Los que no lo sean serán rechazados antes de tiempo por esas etiquetas. Es como cualquier otro prejuicio con respecto a la raza, el estilo, los gustos… Deberíamos deshacernos tanto de uno como de otros.
Lo que me resulta gracioso son los que empiezan con sus himnos de “las mujeres son mejores” o “no, los hombres lo son”; y luego no aceptan el racismo. Están actuando de la misma manera. Además, que nadie es mejor que otro por ser de un sexo o de otro; al igual que no lo son ni por la clase social, ni por la raza, por poner unos ejemplos.
Tenemos que juzgar a la gente como personas, independientemente de su sexo en este caso. Olvidemos el envoltorio y centrémonos en la persona, que es lo que somos. Quizás, descubramos personas maravillosas que nos habríamos perdido si hubiéramos seguido esos prejuicios. Y no me sirve la excusa de las malas experiencias en las relaciones. Claro que se van a tener malas experiencias en las relaciones y nos vamos a equivocar, hasta que acertemos. Pasa igual con los amigos, y no veo a ningún chico diciendo que odia a los hombres solo porque sus amigos le hayan fallado; tampoco a ninguna mujer. Eso de agruparnos en dos lados e iniciar una guerra me parece bastante primitivo. Todos hemos pecado alguna vez de hacerlo, pero lo importante es si en realidad lo sientes y lo defiendes o si solo fue la rabia de un determinado momento y prefieres juzgarlos como las personas que son.
Creo que, por los tópicos y por ver a la gente como mujeres y como hombres y no como personas, surge la heterosexualidad o la homosexualidad. Eso y la influencia de la Iglesia, que aunque muchos no seamos creyentes, pertenecemos a una sociedad con muchos de sus valores y es algo que no podemos evitar; ya que, por ejemplo, en la antigua Grecia era bastante común la bisexualidad. Si pudiéramos ver a la gente como personas, nos podría atraer un abanico más amplio de sujetos. No nos fijaríamos en si es hombre o mujer, nos fijaríamos en la persona, nos gustaría la persona, no la mujer ni el hombre. Puede que no todo el mundo sea bisexual, pero desde luego, basándonos en vernos como hombres o mujeres, no podemos descubrirlo. Por suerte, yo me he desprendido de eso, y veo que me atraen los hombres que me gustan y que un hombre me guste físicamente no es motivo para que me atraiga; igual me sucede con las mujeres: con una chica que no me interesara nada como persona, no podría hacerlo como otra cosa, pero una que sí que me gustara como persona, ¿por qué no puede atraerme?
Supongo que intentar pedir paz en esta guerra tiene el mismo resultado que desear la paz mundial. Pero al menos, siempre queda el intento. Apoyo los movimientos feministas que piden la igualdad que en realidad compartimos, no hombres y mujeres, si no las personas.
lunes, 18 de junio de 2007
Ingenua
-Qué ingenua eres…
Aún resuenan en mis oídos sus palabras y otras palabras dichas hace siglos en apariencia, dichas en una situación que parece de una vida anterior y no de la presente. Y ese tono despectivo al pronunciar la palabra “ingenua” y como todos se manchan la boca asegurando que este es el mayor error de mi vida cuando yo sé que es el único acierto de mi vida, como un regalo caído del mismo cielo como puedo creer si en mi interior habita el alma de un niño huérfano y pobre que se encuentra con un tesoro: su lapicero. Alguien sin corazón cegado por ese extraño gusto de algunas personas por destruir las ilusiones de los demás para que la infelicidad de su miserable vida no pese tanto y no sean los únicos desgraciados. También le podrían haber llamado al pequeño Gerard ingenuo. O a Chris por creer en un lugar mejor. Pero Chris consiguió su cielo. Y yo consigo el mío propio.
Lo que duele no es la duda que creen que siembran con su juicio a ciegas, con las mismas referencias que tendría un ciego para afirmar de qué color va vestido el acusado. Lo que duele es en este caso la autora de la sentencia, mi madre. Mi padre dijo cosas parecidas, ya no solo creyendo que sabe lo que él siente si no que también se creía poseedor de la verdad absoluta sobre mis sentimientos cuando sabe tan bien como yo que de mí solo conoce la corteza y ni eso en ocasiones, cuando siente que es como la piel mudable de una serpiente.
Siempre están preocupados por mi felicidad, por mi sonrisa perdida. Aunque les duela, aunque tengan miedo de perderme… ¿No se dan cuenta de que con su actitud sí que me pierden por completo? ¿No ven que cuando hablo con él sí sonrío? Es más sencillo pensar en la infelicidad que mi felicidad les produce. Si me tuviera que llevar una decepción, me la tendría que llevar por mí misma, aprendiendo sola de los golpes: es ley de vida. No pueden protegerme de un presunto enemigo que desconocen y que está más cerca de mí y de mi alma de lo que ellos lo han estado en toda mi vida.
Quizás, deberían pensar que se equivocaron desde el principio, aunque ya sea tarde para rectificar. Mi padre debería pensar que si no me conoce, tal vez sea porque nunca en su vida me ha prestado atención, ni siquiera cuando era pequeña, que nunca me ha preguntado por nada ni se ha interesado por nada relacionado conmigo, que no pasaba tiempo conmigo, que ni era capaz de acertar a qué curso iba. Que no se daba cuenta de que su hija pequeña jugaba sola siempre y se tumbaba en la cama de su habitación esperando a que alguien iniciara una conversación, mientras él solo se ocupaba de sus cosas, en una habitación aparte. Que nunca me preguntó… hasta que se dio cuenta de que me había perdido del todo y que su hija era una completa desconocida que tenía problemas o motivos suficientes como para largarse lejos sin dar explicaciones y sin mirar atrás; entonces el miedo se apoderó de él y desde entonces vive presa del pánico. Pero yo he vivido sola con ese miedo diecisiete años, y mi padre no me cogió la mano. Mi madre, por su parte, debería pensar que el tiempo que pasaba conmigo, aunque a ella le pareciera suficiente y tal vez sí lo fuera, no estaba empleado de forma correcta. Debería pensar que si me alejé de ella y dejé de contarle lo que me ocurría y lo que me preocupaba, fue porque cuando se lo contaba, se reía y no me daba una solución, me decía que cuando fuera mayor pensaría como ella: que eran tonterías. Estoy de acuerdo en lo último, eran tonterías. Eran tonterías para alguien mayor, pero entonces yo era una niña y necesitaba la ayuda de mi madre, yo no era mayor como para considerar que mi gran problema era solo un rompecabezas fácil de resolver. Debería pensar que le ocultaba lo que hacía, porque siempre estaba prohibiéndome cosas, hasta divertirme, algunas razonablemente, otras sin sentido alguno que me privaban de mi felicidad y de poder disfrutar. Debería darse cuenta de que no me entiende porque me prohibió ser como soy y no podía mostrarle a mi madre mi cara oculta que la haría avergonzarse y por la cual me gritaría. Debería ser consciente de que siempre ha intentado cambiarme en todos los aspectos para que fuera como ella quería que fuese, y no como era yo y que ese no es el apoyo que una hija espera de su madre.
Yo siempre quise que estuvieran orgullosos de mí, y me esforzaba por conseguirlo, aunque tuviera que mentir o llorar a escondidas, pero para ellos tenía que ser perfecta.
No pueden ponerle barreras a alguien que sueña con volar, no pueden establecer prohibiciones basadas en la intolerancia mente conservadora y su negativa a escuchar otra opinión a alguien que cree y defiende la libertad del ser humano por encima de todo y la tolerancia, a alguien que quemaría todas las banderas por el mestizaje y haciendo arder con ellas esas estúpidas posturas fascistas, a alguien que disfruta razonando y escuchando las aportaciones del resto, a alguien que no puede soportar no poder mantener una conversación, a alguien que no aguanta que los que se creen en posesión de la autoridad abusen de ella para callar las voces de sus sometidos, a alguien que siente que tiene mucho que decir pero que no la escuchan. Se equivocan. Se han equivocado siempre. Y yo mientras cuento los días para salir de esta prisión, para respirar un aire que no esté viciado por la infelicidad.
Y creen que están en lo cierto, que yo soy la ingenua. Y no son los únicos que piensan así. Es tan fácil juzgar con los ojos vendados… Así no ves las lágrimas del juzgado a quien le estás robando lo que le alimenta el espíritu y hace volar a su alma. Pero un día las lágrimas quedarán atrás. Mi ansiada libertad. Porque todo llega, sea la espera interminable o fugaz. Entonces nos intercambiaremos los papeles. Cuando ellos me vean salir por la puerta, cuando el resto me vea marchar de este infierno de calles de muertos vivientes, cuando yo ría y no deje de hacerlo, cuando no necesite una escalera para alcanzar el cielo; entonces, quizás se den cuenta de todo, cuando yo sea libre y ellos sigan amargados en su cárcel de existencias vacías sin proyectos ni de futuro ni de presente, de que los ingenuos eran ellos y que yo lo fui por creer de niña que en mis padres encontraría el refugio que necesitaba. Y a lo mejor se den cuenta de que deberían aprender de niños inocentes con esperanzas y sueños como Chris y Gerard, por muy ingenuos que puedan parecer.
Aún resuenan en mis oídos sus palabras y otras palabras dichas hace siglos en apariencia, dichas en una situación que parece de una vida anterior y no de la presente. Y ese tono despectivo al pronunciar la palabra “ingenua” y como todos se manchan la boca asegurando que este es el mayor error de mi vida cuando yo sé que es el único acierto de mi vida, como un regalo caído del mismo cielo como puedo creer si en mi interior habita el alma de un niño huérfano y pobre que se encuentra con un tesoro: su lapicero. Alguien sin corazón cegado por ese extraño gusto de algunas personas por destruir las ilusiones de los demás para que la infelicidad de su miserable vida no pese tanto y no sean los únicos desgraciados. También le podrían haber llamado al pequeño Gerard ingenuo. O a Chris por creer en un lugar mejor. Pero Chris consiguió su cielo. Y yo consigo el mío propio.
Lo que duele no es la duda que creen que siembran con su juicio a ciegas, con las mismas referencias que tendría un ciego para afirmar de qué color va vestido el acusado. Lo que duele es en este caso la autora de la sentencia, mi madre. Mi padre dijo cosas parecidas, ya no solo creyendo que sabe lo que él siente si no que también se creía poseedor de la verdad absoluta sobre mis sentimientos cuando sabe tan bien como yo que de mí solo conoce la corteza y ni eso en ocasiones, cuando siente que es como la piel mudable de una serpiente.
Siempre están preocupados por mi felicidad, por mi sonrisa perdida. Aunque les duela, aunque tengan miedo de perderme… ¿No se dan cuenta de que con su actitud sí que me pierden por completo? ¿No ven que cuando hablo con él sí sonrío? Es más sencillo pensar en la infelicidad que mi felicidad les produce. Si me tuviera que llevar una decepción, me la tendría que llevar por mí misma, aprendiendo sola de los golpes: es ley de vida. No pueden protegerme de un presunto enemigo que desconocen y que está más cerca de mí y de mi alma de lo que ellos lo han estado en toda mi vida.
Quizás, deberían pensar que se equivocaron desde el principio, aunque ya sea tarde para rectificar. Mi padre debería pensar que si no me conoce, tal vez sea porque nunca en su vida me ha prestado atención, ni siquiera cuando era pequeña, que nunca me ha preguntado por nada ni se ha interesado por nada relacionado conmigo, que no pasaba tiempo conmigo, que ni era capaz de acertar a qué curso iba. Que no se daba cuenta de que su hija pequeña jugaba sola siempre y se tumbaba en la cama de su habitación esperando a que alguien iniciara una conversación, mientras él solo se ocupaba de sus cosas, en una habitación aparte. Que nunca me preguntó… hasta que se dio cuenta de que me había perdido del todo y que su hija era una completa desconocida que tenía problemas o motivos suficientes como para largarse lejos sin dar explicaciones y sin mirar atrás; entonces el miedo se apoderó de él y desde entonces vive presa del pánico. Pero yo he vivido sola con ese miedo diecisiete años, y mi padre no me cogió la mano. Mi madre, por su parte, debería pensar que el tiempo que pasaba conmigo, aunque a ella le pareciera suficiente y tal vez sí lo fuera, no estaba empleado de forma correcta. Debería pensar que si me alejé de ella y dejé de contarle lo que me ocurría y lo que me preocupaba, fue porque cuando se lo contaba, se reía y no me daba una solución, me decía que cuando fuera mayor pensaría como ella: que eran tonterías. Estoy de acuerdo en lo último, eran tonterías. Eran tonterías para alguien mayor, pero entonces yo era una niña y necesitaba la ayuda de mi madre, yo no era mayor como para considerar que mi gran problema era solo un rompecabezas fácil de resolver. Debería pensar que le ocultaba lo que hacía, porque siempre estaba prohibiéndome cosas, hasta divertirme, algunas razonablemente, otras sin sentido alguno que me privaban de mi felicidad y de poder disfrutar. Debería darse cuenta de que no me entiende porque me prohibió ser como soy y no podía mostrarle a mi madre mi cara oculta que la haría avergonzarse y por la cual me gritaría. Debería ser consciente de que siempre ha intentado cambiarme en todos los aspectos para que fuera como ella quería que fuese, y no como era yo y que ese no es el apoyo que una hija espera de su madre.
Yo siempre quise que estuvieran orgullosos de mí, y me esforzaba por conseguirlo, aunque tuviera que mentir o llorar a escondidas, pero para ellos tenía que ser perfecta.
No pueden ponerle barreras a alguien que sueña con volar, no pueden establecer prohibiciones basadas en la intolerancia mente conservadora y su negativa a escuchar otra opinión a alguien que cree y defiende la libertad del ser humano por encima de todo y la tolerancia, a alguien que quemaría todas las banderas por el mestizaje y haciendo arder con ellas esas estúpidas posturas fascistas, a alguien que disfruta razonando y escuchando las aportaciones del resto, a alguien que no puede soportar no poder mantener una conversación, a alguien que no aguanta que los que se creen en posesión de la autoridad abusen de ella para callar las voces de sus sometidos, a alguien que siente que tiene mucho que decir pero que no la escuchan. Se equivocan. Se han equivocado siempre. Y yo mientras cuento los días para salir de esta prisión, para respirar un aire que no esté viciado por la infelicidad.
Y creen que están en lo cierto, que yo soy la ingenua. Y no son los únicos que piensan así. Es tan fácil juzgar con los ojos vendados… Así no ves las lágrimas del juzgado a quien le estás robando lo que le alimenta el espíritu y hace volar a su alma. Pero un día las lágrimas quedarán atrás. Mi ansiada libertad. Porque todo llega, sea la espera interminable o fugaz. Entonces nos intercambiaremos los papeles. Cuando ellos me vean salir por la puerta, cuando el resto me vea marchar de este infierno de calles de muertos vivientes, cuando yo ría y no deje de hacerlo, cuando no necesite una escalera para alcanzar el cielo; entonces, quizás se den cuenta de todo, cuando yo sea libre y ellos sigan amargados en su cárcel de existencias vacías sin proyectos ni de futuro ni de presente, de que los ingenuos eran ellos y que yo lo fui por creer de niña que en mis padres encontraría el refugio que necesitaba. Y a lo mejor se den cuenta de que deberían aprender de niños inocentes con esperanzas y sueños como Chris y Gerard, por muy ingenuos que puedan parecer.
miércoles, 13 de junio de 2007
El Juego Del 8
Se trata de contar 8 cosas de uno mismo. Además de las 8 cosas tiene que escribir en su blog las reglas.Por último tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres.Por supuesto no hay que olvidar dejarles un comentario para que se enteren de que han sido seleccionadas para este juego.
1- Soy la inseguridad y la inestabilidad emocional personificada, pero no lo aparento. No confío nada en mí misma, mi autoestima simplemente no existe, la mayoría del tiempo no me soporto y tiendo a pensar que a los que más quiero, tampoco me soportan a veces. Mis altibajos emocionales son incontrolables desde hace dos años, en algunos momentos, cuando llego a desvariar, me siento demente. Pero, la gente tiene un concepto opuesto de mí.
2- La gente tiene un concepto equivocado de mí porque yo deseo que sea así. No puedo evitar actuar y mostrarme muy fría, porque no me fío de la gente, ni me gusta que me conozcan; aunque soy extremadamente sensible. En cambio, mi novio y una chica a la que yo considero mi hermana, me conocen muchísimo y me gusta que lo hagan. Y es curioso, porque la gente que no me conoce me ve a diario; ellos dos están lejos de mí y apenas nos vemos.
3- Mucha gente me aconsejó ir al psicólogo y me asusta porque no quiero que cambien nada de mí, ni una pequeña parte, ni tampoco quiero que alguien me analice, ni me juzgue, ni conozca lo que siento y por qué. Sé que es un poco contradictorio, porque si no me gusto, quizás cambiar no sería una mala opción. Pero la persona imperfecta que soy es la que me brinda la oportunidad de liberar mi necesidad de expresarme a través de la literatura como yo quiero hacerlo; y no quiero perder mi esencia. Mi bolígrafo es mi terapeuta, gracias a él he conocido cosas de mí misma que sin su ayuda habría sido imposible descubrir.
4- Creo que mis defectos y mi pesimismo tienen solución gracias a mi novio, que aporta la otra cara y me ayuda a sonreír siempre. Es él quien me ha enseñado lo que es la felicidad y que la vida puede ser maravillosa. Y no soporto que la distancia, mi edad y la decisión de mis padres nos tenga que mantener separados y pueda estropear lo mejor que me ha pasado en la vida; es demasiado injusto.
5- Me encanta callarme y observar en silencio cómo se comportan los demás, conocerlos a través de sus gestos, sus palabras, su forma de actuar.
6- Me asusta muchísimo no conseguir nada en el mundo de la literatura, no puedo imaginarme un futuro que no esté relacionado con ese mundo. Y, si no me incluyeran en él, sé que no pararía de escribir porque es una necesidad, pero creo que acabaría siendo una escritora frustrada y depresiva con sus adicciones.
7- Me apasiona, además de la literatura, la música y el buen cine; y el Romanticismo. Me siento una romántica, sin ese sentimiento nacionalista. También me gusta mucho el movimiento punk, aunque odio que me etiqueten como una de ellos porque no lo soy; directamente, odio que me etiqueten.
8- Me gustaría que la anarquía no fuera una utopía; defiendo la libertad, la tolerancia. Odio a los políticos, a los reyes, a los militares y a los curas.
Nomino a jugar a Rockstar, a Cath, a Han, a Munlight_Doll, a ese Alex que me firma y desconozco quien es oO por curiosidad xD, a Heathcliff, a Monika, y a Eif(mihiii^^).
1- Soy la inseguridad y la inestabilidad emocional personificada, pero no lo aparento. No confío nada en mí misma, mi autoestima simplemente no existe, la mayoría del tiempo no me soporto y tiendo a pensar que a los que más quiero, tampoco me soportan a veces. Mis altibajos emocionales son incontrolables desde hace dos años, en algunos momentos, cuando llego a desvariar, me siento demente. Pero, la gente tiene un concepto opuesto de mí.
2- La gente tiene un concepto equivocado de mí porque yo deseo que sea así. No puedo evitar actuar y mostrarme muy fría, porque no me fío de la gente, ni me gusta que me conozcan; aunque soy extremadamente sensible. En cambio, mi novio y una chica a la que yo considero mi hermana, me conocen muchísimo y me gusta que lo hagan. Y es curioso, porque la gente que no me conoce me ve a diario; ellos dos están lejos de mí y apenas nos vemos.
3- Mucha gente me aconsejó ir al psicólogo y me asusta porque no quiero que cambien nada de mí, ni una pequeña parte, ni tampoco quiero que alguien me analice, ni me juzgue, ni conozca lo que siento y por qué. Sé que es un poco contradictorio, porque si no me gusto, quizás cambiar no sería una mala opción. Pero la persona imperfecta que soy es la que me brinda la oportunidad de liberar mi necesidad de expresarme a través de la literatura como yo quiero hacerlo; y no quiero perder mi esencia. Mi bolígrafo es mi terapeuta, gracias a él he conocido cosas de mí misma que sin su ayuda habría sido imposible descubrir.
4- Creo que mis defectos y mi pesimismo tienen solución gracias a mi novio, que aporta la otra cara y me ayuda a sonreír siempre. Es él quien me ha enseñado lo que es la felicidad y que la vida puede ser maravillosa. Y no soporto que la distancia, mi edad y la decisión de mis padres nos tenga que mantener separados y pueda estropear lo mejor que me ha pasado en la vida; es demasiado injusto.
5- Me encanta callarme y observar en silencio cómo se comportan los demás, conocerlos a través de sus gestos, sus palabras, su forma de actuar.
6- Me asusta muchísimo no conseguir nada en el mundo de la literatura, no puedo imaginarme un futuro que no esté relacionado con ese mundo. Y, si no me incluyeran en él, sé que no pararía de escribir porque es una necesidad, pero creo que acabaría siendo una escritora frustrada y depresiva con sus adicciones.
7- Me apasiona, además de la literatura, la música y el buen cine; y el Romanticismo. Me siento una romántica, sin ese sentimiento nacionalista. También me gusta mucho el movimiento punk, aunque odio que me etiqueten como una de ellos porque no lo soy; directamente, odio que me etiqueten.
8- Me gustaría que la anarquía no fuera una utopía; defiendo la libertad, la tolerancia. Odio a los políticos, a los reyes, a los militares y a los curas.
Nomino a jugar a Rockstar, a Cath, a Han, a Munlight_Doll, a ese Alex que me firma y desconozco quien es oO por curiosidad xD, a Heathcliff, a Monika, y a Eif(mihiii^^).
domingo, 10 de junio de 2007
Cuentos De Hadas
Hay muchos que se atreven a afirmar que ni los cuentos de hadas ni la magia existen. Algunos lo aseguran desde la insatisfacción de sus vidas, negándose a aceptar que pueda existir una alternativa, hundiéndose más en el pozo de su miseria y siendo ellos mismos lo que rechazan la cuerda para salir allí; y negándoles así al resto la felicidad, destruyendo las ilusiones de otros, incapaces de desearle a alguien alegría si ellos sufren.
Otros, además, se crecen cuando pronuncian esas palabras, pensando que de esa forma dejan a un lado la niñez y se convierten en adultos maduros, juzgando como niños inmaduros a quienes sí creen en la magia y en los cientos. Pero se equivocan, solo se deshacen de la inocencia y de todo lo que puede ofrecer ese sentimiento; la madurez no es no creer en lugares mágicos.
Siempre pensaré que el equilibrio perfecto es ser un adulto con alma de niño. Tener la cabeza fría y en el sitio cuando la situación lo precise y actuar de forma madura; y saber también cuando puedes cambiar, liberarte de las obligaciones, reírte, jugar, soñar, inventar, saber aprovechar cada detalle asombroso que la vida te regala. No creo que J.M. Barrie fuera inmaduro y, sin embargo, Nunca Jamás ocupaba un lugar muy importante en su vida.
Mientras lo real no se confunda con lo fantástico, ¿dónde está el problema?
Además, la magia puede entenderse de muchas formas. No es necesario que un hada madrina convierta una calabaza en un lujoso carruaje para que la magia esté presente. A lo largo de nuestra vida, hay momentos mágicos, incluso personas mágicas que parecen poseer el secreto de la fantasía en el brillo de sus ojos. La realidad supera la ficción, dicen. Quizás no en todos los casos, pero sí en muchos. ¿Y no es mágico el simple hecho de intercambiar una mirada con alguien y que no hagan falta palabras para que se digan todo lo que necesitan decirse? ¿Y no es mágico sentir que se está en el cielo solo con los besos de alguien?
Personalmente, yo jamás iría diciendo que ni las hadas, ni los cuentos, ni la magia existen. Creo que sería más capaz de afirmar que sí existen. En la imaginación, en la fantasía, pero existen. El problema es la importancia que la gente le conceda a la imaginación y si subestiman su poder. ¿Y no es precioso poder crear y soñar con ese mundo que todos hemos deseado visitar cuando éramos niños? ¿Y no es maravilloso inventar nuestro propio cuento y soñar con él?
No soportaría ver a mis hijos pequeños diciendo cosas semejantes. Me encantaría que amaran las historias, que yo pudiera contárselas, que fueran inocentes y creyeran en la magia, que desarrollaran la imaginación, que se emocionaran, que pensaran por sí mismos. Que a una determinada edad comprendieran que Campanilla no va a entrar volando por su ventana, pero que ellos van a seguir teniendo alas y que no se sintieran engañados, que continuaran soñando con Campanilla y creyeran en otro tipo de magia sin trucos. Además, es un magnífico refugio de una realidad demasiado dura cuando se es niño, cuando un niño no vive en las condiciones de un niño. Si no sueña, si no tiene esperanza, si no cree en las historias mágicas y en la posibilidad de convertirse en el protagonista de una de ellas, ¿qué le queda? Una infancia destruida antes de tiempo…
Confieso que yo sigo disfrutando con Peter Pan, con los relatos de Edward Bloom, con el reino de Fantasía y su hermoso y majestuoso palacio de marfil donde descansa la Emperatriz, con otros cuentos como La fosforera, con historias que leía de niña sobre duendes a rayas, sapos que jugaban a ser detectives, piratas y vampiros buenos; u otros cuentos visuales de niños grandes con tijeras en las manos o de esqueletos y seres horribles en apariencia pero bondadosos y tiernos en el fondo. Y disfruto, sobre todo, creyendo en eses mundos mientras vivo esas historias y deseo ser uno más de ellos.
Mientras los demás niños soñaban con comprarse ese nuevo juguete que tenían todos sus amigos; yo, sola, soñaba con ir a cada uno de esos lugares bajo la bandera pirata de mi barco, sintiendo que ellos eran unos amigos que me enseñarían mucho y que nunca me defraudarían.
Tengo en mi mente dos ideas que tratan de seducirme para que las convierta en cuentos. Y sé que no me resistiré a su encanto y que, probablemente, no las escriba para los niños en general, si no para esa niña solitaria y soñadora que siempre seré.
Muchos seguirán diciendo que todo eso es una farsa, que nada existe, que es para niños. Les compadezco si no pueden volver a ser niños, les compadezco por querer guardar la apariencia y crearse una mentira que ellos mismos creen, porque seguro que la mayoría de ellos serán de los que lloran o se emocionan con películas como Descubriendo Nunca Jamás o Eduardo Manostijeras.
Les compadezco por sus tristes vidas y por su hipocresía. Yo mientras tanto, cambiaré de rumbo desde mi barco, dejándome llevar hasta un nuevo mundo mágico por descubrir, guiándome por la intuición de Peter que me sonríe desde allí arriba, junto a Campanilla y nuestra bandera pirata de paz.
Otros, además, se crecen cuando pronuncian esas palabras, pensando que de esa forma dejan a un lado la niñez y se convierten en adultos maduros, juzgando como niños inmaduros a quienes sí creen en la magia y en los cientos. Pero se equivocan, solo se deshacen de la inocencia y de todo lo que puede ofrecer ese sentimiento; la madurez no es no creer en lugares mágicos.
Siempre pensaré que el equilibrio perfecto es ser un adulto con alma de niño. Tener la cabeza fría y en el sitio cuando la situación lo precise y actuar de forma madura; y saber también cuando puedes cambiar, liberarte de las obligaciones, reírte, jugar, soñar, inventar, saber aprovechar cada detalle asombroso que la vida te regala. No creo que J.M. Barrie fuera inmaduro y, sin embargo, Nunca Jamás ocupaba un lugar muy importante en su vida.
Mientras lo real no se confunda con lo fantástico, ¿dónde está el problema?
Además, la magia puede entenderse de muchas formas. No es necesario que un hada madrina convierta una calabaza en un lujoso carruaje para que la magia esté presente. A lo largo de nuestra vida, hay momentos mágicos, incluso personas mágicas que parecen poseer el secreto de la fantasía en el brillo de sus ojos. La realidad supera la ficción, dicen. Quizás no en todos los casos, pero sí en muchos. ¿Y no es mágico el simple hecho de intercambiar una mirada con alguien y que no hagan falta palabras para que se digan todo lo que necesitan decirse? ¿Y no es mágico sentir que se está en el cielo solo con los besos de alguien?
Personalmente, yo jamás iría diciendo que ni las hadas, ni los cuentos, ni la magia existen. Creo que sería más capaz de afirmar que sí existen. En la imaginación, en la fantasía, pero existen. El problema es la importancia que la gente le conceda a la imaginación y si subestiman su poder. ¿Y no es precioso poder crear y soñar con ese mundo que todos hemos deseado visitar cuando éramos niños? ¿Y no es maravilloso inventar nuestro propio cuento y soñar con él?
No soportaría ver a mis hijos pequeños diciendo cosas semejantes. Me encantaría que amaran las historias, que yo pudiera contárselas, que fueran inocentes y creyeran en la magia, que desarrollaran la imaginación, que se emocionaran, que pensaran por sí mismos. Que a una determinada edad comprendieran que Campanilla no va a entrar volando por su ventana, pero que ellos van a seguir teniendo alas y que no se sintieran engañados, que continuaran soñando con Campanilla y creyeran en otro tipo de magia sin trucos. Además, es un magnífico refugio de una realidad demasiado dura cuando se es niño, cuando un niño no vive en las condiciones de un niño. Si no sueña, si no tiene esperanza, si no cree en las historias mágicas y en la posibilidad de convertirse en el protagonista de una de ellas, ¿qué le queda? Una infancia destruida antes de tiempo…
Confieso que yo sigo disfrutando con Peter Pan, con los relatos de Edward Bloom, con el reino de Fantasía y su hermoso y majestuoso palacio de marfil donde descansa la Emperatriz, con otros cuentos como La fosforera, con historias que leía de niña sobre duendes a rayas, sapos que jugaban a ser detectives, piratas y vampiros buenos; u otros cuentos visuales de niños grandes con tijeras en las manos o de esqueletos y seres horribles en apariencia pero bondadosos y tiernos en el fondo. Y disfruto, sobre todo, creyendo en eses mundos mientras vivo esas historias y deseo ser uno más de ellos.
Mientras los demás niños soñaban con comprarse ese nuevo juguete que tenían todos sus amigos; yo, sola, soñaba con ir a cada uno de esos lugares bajo la bandera pirata de mi barco, sintiendo que ellos eran unos amigos que me enseñarían mucho y que nunca me defraudarían.
Tengo en mi mente dos ideas que tratan de seducirme para que las convierta en cuentos. Y sé que no me resistiré a su encanto y que, probablemente, no las escriba para los niños en general, si no para esa niña solitaria y soñadora que siempre seré.
Muchos seguirán diciendo que todo eso es una farsa, que nada existe, que es para niños. Les compadezco si no pueden volver a ser niños, les compadezco por querer guardar la apariencia y crearse una mentira que ellos mismos creen, porque seguro que la mayoría de ellos serán de los que lloran o se emocionan con películas como Descubriendo Nunca Jamás o Eduardo Manostijeras.
Les compadezco por sus tristes vidas y por su hipocresía. Yo mientras tanto, cambiaré de rumbo desde mi barco, dejándome llevar hasta un nuevo mundo mágico por descubrir, guiándome por la intuición de Peter que me sonríe desde allí arriba, junto a Campanilla y nuestra bandera pirata de paz.
viernes, 8 de junio de 2007
Cierra los ojos
Cierra los ojos y piensa en todo lo que posees y todas las personas que forman parte de tu vida. Piensa en tu habitación, tu santuario; en tu hogar, amplio, cómodamente amueblado; en tu televisión, que te deleita con la visión de tus programas favoritos; piensa en tu ropa, en tus discos, en tus libros, en tu coche si es que eres suficientemente afortunado o desdichado como para tener uno, en tus caprichos hijos de las nuevas tecnologías o nuevas modas que te convierten en un consumidor empedernido. Piensa también en tu familia, en los ratos agradables que has pasado junto a ellos, en tu infancia, en tu adolescencia, en las reuniones de asistencia obligada, en ese familiar tuyo que te sirve como referencia para situarte en el mundo y en esa familia, en tus padres, en las travesuras en las que tus primos y tú erais cómplices, en toda una vida viéndoles unas veces con más frecuencia que otras; piensa en tus amigos, en tu pareja o en tus anteriores relaciones, en los momentos de borrachera o de llanto que pasasteis juntos, en cómo cambiaron tu vida, en los abrazos que te dieron justo cuando más necesitabas sentir que le importabas a alguien en este mundo. Piensa en cuánto tiempo has desperdiciado, cuántas oportunidades perdiste, cuántos días tirados a la basura sin aprovechar nada de lo que tienes, en los errores que cometiste y a los que no pusiste remedio, en el tiempo malgastado pensando en lo estúpido que fuiste en lugar de reparar el daño y evitar convivir con ese arrepentimiento toda tu vida. Y ahora, piensa que, de la noche a la mañana, sin aviso previo ni explicación lógica, lo pierdes todo. Absolutamente todo. Tu vida se transforma en una pesadilla, en un juego macabro sin reglas en el cual se permite torturar al perdedor. Y la mayor tortura es el dolor más intenso, el dolor de un alma al romperse; es la soledad, es la pérdida de cualquier motivo para seguir viviendo. Pero tienes que hacerlo, hiciste una promesa que no eres capaz de romper. Si tu imaginación te lo ha permitido, tal vez hayas sentido una punzada de miedo o de reflexión triste al pensar en esa idea tan terrible, el peor castigo que un hombre podría recibir. Entonces, ya conoces una ínfima parte de lo que significa ser yo. Porque nunca, por muy poderosa que sea tu imaginación y por mucho que cuente al detalle, sabrás lo que yo sentí el día en el que mi vida acabó y mi cuerpo y mi mente enferma seguían condenados a vagabundear moribundos por la tierra.
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